6. Cáncer

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6. El cáncer

Las principales características del  cáncer que las distinguen de un tumor benigno son invasividad y agresividad. Las células cancerosas atacan a otras células del organismo, salen de su sitio original y se dispersan por el organismo provocando nuevos focos de crecimiento (metástasis). Estas dos características son inseparables. Las células no pueden separarse de su sitio si no destruyen el tejido conectivo circundante, ni pueden quedarse en su sitio si destruyen los límites de su tejido original.

    Las proteasas son enzimas digestivas que destruyen las proteínas. Las células cancerosas fabrican proteasas masivamente y las segregan al espacio intercelular destruyendo las barreras mecánicas formadas por fibras de colágeno, que son responsables de la integridad del tejido, y destruyen también a las células normales de los tejidos circundantes. Esta propiedad es tan característica de las células cancerosas que la prueba analítica que se hace en una biopsia para determinar si un tumor es benigno o maligno es simplemente medir la actividad de las proteasas de sus células.

     La transformación de células normales en cancerosas es un proceso que requiere muchas mutaciones en su genoma (que pueden llegar a ser varios miles) para independizarse del control orgánico y adaptar su metabolismo al régimen invasivo y agresivo. Las células cancerosas se van seleccionando por el mecanismo de selección natural, adaptando su metabolismo, aumentando su velocidad de crecimiento, resistiéndose contra las defensas del sistema inmune, que es su enemigo natural, y aumentando su capacidad para fabricar proteasas. En un cáncer desarrollado puede haber miles de cepas diferentes de células aunque todas ellas puedan haber surgido de una sola. La función principal del sistema inmune es combatir las insurrecciones de las células del organismo. Los datos analíticos de anticuerpos marcadores contra el cáncer dan un índice de la actividad del sistema inmune en este sentido.

    Las células cancerosas evolucionan muy deprisa por selección natural adquiriendo nuevas propiedades para resistir el ataque, pero también las células del sistema inmune lo hacen a igual velocidad fabricando nuevos anticuerpos para frenar ese avance, y el éxito o el fracaso de la operación se reduce a un problema de velocidad y eficacia entre ambos contendientes. Se estima que en la especie humana se producen muchos episodios de cáncer incipiente que pasan inadvertidos porque son neutralizados por el sistema inmune.

Nuestra investigación y nuestro tratamiento nutricional para combatir el cáncer

La estrategia invasiva y agresiva de las células cancerosas consiste en destruir el colágeno de los alrededores. Nuestro tratamiento no consiste en atacar a las células cancerosas, lo cual siempre estará dentro del campo de los medicamentos. Nuestro tratamiento nutricional consiste en reforzar el sistema mecánico, que es el obstáculo que tiene el tumor para avanzar, y por tanto el objetivo de ataque de las células cancerosas.

    Como explicamos en otras secciones (ver colágeno y glicina), el metabolismo de las células normales es deficiente en glicina, que necesita mayoritariamente para producir, renovar y regenerar el colágeno, principal componente del sistema mecánico y por tanto, el principal objetivo de ataque de las células cancerosas. Nosotros hemos demostrado que la glicina promueve la síntesis de colágeno en fibroblastos y condrocitos cultivados en nuestro laboratorio, y también hemos demostrado que su ingesta diaria repara los daños del sistema mecánico (artrosis, osteoporosis, lesiones físicas, etc).

    Al reforzar el sistema mecánico mediante la ingesta de glicina, como complemento nutricional, se obstaculiza el avance del tumor. Así, esta dificultad que le ponemos a las células cancerosas es una ventaja que le damos a su enemigo natural que es el sistema inmune. Nuestro método consiste en ampliar indirectamente la superioridad del sistema inmune en su lucha contra el tumor aumentando la defensa natural del organismo contra las células cancerosas.

    Las células cancerosas podrían intentar resistirse también contra esta estrategia, pero lo más que podrían hacer para ello es aumentar la cantidad de proteasas o aumentar su actividad. Sin embargo, esto, como todo, tiene un límite al que por lo general ya han llegado –especialmente las más agresivas-, pues ninguna célula puede aumentar su producción indefinidamente. La administración de glicina no puede beneficiar al tumor porque las células cancerosas no son deficitarias en glicina.

    Los resultados que hemos obtenido con personas afectadas de cáncer han demostrado sobradamente el efecto beneficioso de la glicina: reducción del tumor y de las metástasis, reducción muy clara de los marcadores tumorales hasta alcanzar los valores normales en muchos casos, y en general, un aumento del tiempo de vida de varios años sobre el que se había estimado inicialmente al detectar el problema.

     La ingesta de glicina en el tratamiento del cáncer tiene otras dos ventajas adicionales: al promover la síntesis de colágeno permitirá al organismo reparar el daño que van causando las células tumorales, y, como apoyo al tratamiento de quimioterapia (que no interfiere en nuestro tratamiento), ayudará a restaurar sus daños colaterales. En efecto, en nuestro consultorio nutricional hemos comprobado que las personas sometidas a quimioterapia que toman glicina se recuperan mejor y más deprisa de los efectos secundarios de la quimioterapia.

Publicación

Meléndez Hevia, E. (2001) La selección natural y la termodinámica en la evolución biológica: del origen de la vida al cáncer. Servicio de Publicaciones de la Universidad de La Laguna, Tenerife.

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